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Publicado en El Confidencial de España

Los auditores se sienten víctimas de los escándalos y piden subir sus honorarios


Eduardo Segovia
20/10/2014

El sector de la auditoría vive su peor momento en España por su descrédito y la desconfianza generada por los múltiples escándalos que ha sido incapaz de detectar (Pescanova, Gowex, CAM, Bankia, Novagalicia, etc.). La multa de 12 millones a Deloitte por su actuación en Bankia y la durisima Ley de Auditoría que prepara el Gobierno lo han puesto contra las cuerdas. Aun así, las auditoras se llaman andana y, cuando plantean soluciones, la autocrítica brilla por su ausencia y todos los cambios se refieren a las empresas, no a ellas. Es más, algunas rizan el rizo y piden un aumento de sus honorarios.

“La auditoría es la clave para dar confianza al mercado. Es muy difícil que una persona que te tiene que auditar sea al mismo tiempo tu cliente, no tiene mucho sentido. Es como si vas a comer a tu propio restaurante y te dejas una propina de 50 euros, y sales diciendo que he comido fenomenal y es el mejor restaurante de Madrid”, afirmaba gráficamente Nicolás Fernández, director de análisis de Banco Sabadell, en la jornada sobre inversión en España organizada el viernes por El Confidencial. “Ahí está el problema, lo tenemos localizadisimo”.

El Gobierno también lo tiene totalmente identificado. “Estamos hartos de escándalos de auditoría y vamos a poner coto a los conflictos de interés para evitarlos en el futuro”, afirma un alto cargo del Gobierno. Como adelantó El Confidencial, Luis de Guindos amenaza al sector con incluir en la nueva Ley de Auditoría la ‘facturación cero’, es decir, la prohibición de que el auditor de una empresa le facture ninguna cantidad por cualquier otro concepto, algo que acabaría con la práctica generalizada de que el auditor es a la vez consultor de la compañía (el conflicto que da pie a la sanción de Deloitte).

El proyecto de ley saldrá a consulta pública en los próximos días. Sin embargo, el sector parece ajeno a estas críticas y amenazas. Aunque algunas de las big four han iniciado un proceso de reflexión sobre lo ocurrido en la crisis y sus posibles soluciones, llama la atención que apenas hay autocrítica.

Sus principales argumentos son que la gente no sabe qué hace un auditor y por eso le concede una responsabilidad muy superior a la real (en su jerga lo denominan “gap de expectativas”) y que si una empresa oculta información o la falsea (como Gowex o Pescanova), ellos no tienen forma de saberlo. Además, piden que se les deje autorregular su independencia en vez de imponerles límites.

“El auditor no es un seguro a todo riesgo” 

Un informe de PwC titulado ‘La auditoría del futuro y el futuro de la auditoría’ sostiene que “el auditor no puede llegar a conocer o controlar todas las variables. Este también genera un gap de expectativas sobre la segundad y las garantías que el auditor puede aportar, dado que vivimos en un entorno en el que hay incertidumbres y el informe del auditor no puede ser un seguro a todo riesgo”.

Un socio de otra de las cuatro grandes asegura que “en casos como el de Pescanova, el auditor no tiene forma de saber si la información que le da la empresa está completa ni si es falsa o verdadera; nosotros trabajamos con lo que nos facilita la empresa, y damos nuestra opinión sobre ella, no sobre la realidad oculta de la compañía”. Lo mismo ocurre con la valoración de los activos —irreal en las cajas de ahorros, lo que dio origen a su agujero—, según este experto: si la valoración no es la adecuada, el auditor no puede detectarlo.

Eso sí, todos insisten en que la auditoría sigue siendo vital pese a esta incapacidad. Borja
Guinea, socio de KPMG, explica que “el entorno es cada vez más complejo, global y tecnológico, con nuevos riesgos para las empresas. En este marco, la función de auditoría resulta aún más clave porque es vital aportar confianza y seguridad a todos los grupos de interés y hacerlo a través de una auditoría que quiere evolucionar para poder atender esa nueva realidad que no sólo es financiera”.

El autor del informe de PwC, Javier Lapastora, va más allá y considera que el trabajo de auditoría debería ser más completo e involucrar equipos multidisciplinares. Pero eso tiene un coste: “Si la tendencia es que las compañías cuenten con auditores mejor preparados y con nuevas responsabilidades, no se puede obviar el debate sobre sus honorarios. En términos comparativos, en España las tarifas están por debajo de otros países de nuestro entorno, lo que no ayuda en la evolución hacia un modelo más completo y avanzado”

“La independencia es una actitud mental”

Asimismo, replica al clamor que solicita reforzar la independencia del auditor con que “la independencia es una actitud mental que los auditores despliegan a través del escepticismo profesional. Es preciso que los propios auditores interioricen este concepto como un elemento troncal de su actividad con el fin de evitar disfunciones”. Al menos admite que “una delimitación clara de los roles y responsabilidades del auditor ayuda a mitigar riesgos y asegura que el trabajo se desarrolla adecuadamente”.

A este respecto, Luis Iturbe, presidente de la comisión de auditoría de Mapfre, propone fórmulas imaginativas como crear un rating de auditores similar al de los emisores en los mercados, de forma que exista una forma objetiva de medir esa independencia en vez de poner límites cuantitativos a lo que los auditores pueden cobrar como consultores a sus clientes.

Noticia Original Publicada en El Confidencial



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